Revista Deslinde Nº 46, Bogotá, mayo de 2010
¿Qué decir sobre las  elecciones del 14 de marzo?
Lo primero es señalar algo que los vencedores quieren que se olvide: la  coacción a los electores, la compra venta de votos y la falsificación de las cifras ocurrieron en grande, es decir, la corrupción y el crimen volvieron a  ganar en mucho las elecciones en Colombia. Esto sucedió a la vista de las  autoridades y no obstante las advertencias de la OEA y la Misión de Observación  Electoral (MOE). Y el presidente Uribe, así fuera por cubrir las apariencias, ni  siquiera llamó a repudiar a los corruptos. Cómo no recordar que hace años los  sectores democráticos de país denunciaban la “farsa electoral” y que “el que  escruta, elige”.
El caso del  PIN se ha mencionado bastante…
Sí. Y en buena medida para ocultar que sus vicios son comunes en el resto de  los partidos que respaldan al Presidente y que el PIN es la reencarnación,  con otro nombre, de los pequeños partidos uribistas que hoy hacen parte de la  coalición que gobierna a Colombia. Los investigadores sobre estos temas  denunciaron que 22 de los senadores electos están enredados en parapolítica. Una  vergüenza mundial. Hay de todos los partidos uribistas. En contraste, del Polo no  hay ninguno.
En su  momento, el gobierno ponderó la reforma política como un importante instrumento contra la corrupción  política. ¿Qué pasó?
La reforma política fue otro engaño a los colombianos. Los uribistas ni  siquiera intentaron impedir que la corrupción y el crimen siguieran ganando  elecciones en Colombia. Ni siquiera el escándalo de la parapolítica los conmovió.  Se confirmó que ellos, que ganan la Presidencia y la mayoría del Congreso  así, no quieren modificar el sistema político y electoral.
Los uribistas se reclaman  como los ganadores de las elecciones.
Es cierto que si se suman todos los sectores uribistas, los reeleccionistas  y los que no lo son, eligieron como 67 senadores (contados los del PIN). Pero  también es verdad que eran unos setenta, luego no avanzaron, mantuvieron lo que  tenían. Y hay una incógnita de gran importancia política: ¿esa coalición se  mantendrá en el Congreso que se instala el 20 de julio o saltará en pedazos?  Porque hoy están divididos en tres candidaturas presidenciales.
Se dijo que el Polo se  había “hundido”, ¿es verdad?
Esa fue una mentira que se repitió bastante por parte de algunos incautos y  de ciertos mal llamados “analistas”, que de verdad son publicistas de los adversarios del Polo. Incluso dijeron que del “hundimiento” tenía la  culpa lo ocurrido en Bogotá y no faltó quien señalara que al Polo le faltó una  buena cabeza de lista al senado, que arrastrara más votos. Y lo cierto fue que  yo saqué 160 mil votos, la tercera votación del país, un verdadero  fenómeno, que en Bogotá aumentamos la votación en veinte por ciento y mantuvimos los  tres representantes a la Cámara y que en el país sacamos unos 900 mil votos,  un poco más que en 2006, luego lo de que nos hundimos es la afirmación de un  ignorante o de un manipulador.
Pero se redujo la bancada del Polo en el Congreso.
Para allá iba. Obtuvimos menos curules (de 11 a 8 en el senado y de 8 a 5 en  la Cámara), luego mantuvimos 13 congresistas, pero no porque obtuviéramos  menos votos, sino porque la votación total tuvo un aumento más que  proporcional, aumento del que no nos pesa no haber disfrutado, porque en grandes  proporciones ese incremento se montó sobre la corrupción y el delito. Quien haga  análisis sobre los resultados electorales del Polo sin considerar cómo son las elecciones en Colombia peca por ingenuo o por astuto, porque, además,  hemos sido sometidos a una persecución política que difícilmente registra antecedentes en la historia de Colombia. Que alguna de ella haya sido  solapada no le quita veracidad a las garantías hostiles con que nos acosan.
¿Cómo es eso de la  persecución contra el Polo?
Hay muchos colombianos que honradamente consideran que el Polo es un partido  de las Farc o de Chávez, a pesar de que eso es una completa falsedad. ¿Cómo se  explica tanta confusión? Son conocidos los casos en que el Presidente Uribe  afirmó, a sabiendas de que era mentira, que Gustavo Petro era una “terrorista  vestido de civil” y que Samuel Moreno tenían vínculos con las Farc, falacias que  han repetido y aumentado las barras bravas uribistas a lo largo de estos  años. Lo nuevo al respecto es que la Fiscalía comprobó que entre la Casa de  Nariño y el DAS, la policía secreta que depende directamente del Presidente de la República, se urdió una auténtica conspiración para dañar la imagen de  los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y del Polo, maniobra  corrupta y siniestra propia de los regímenes fascistas. En el caso del Polo,  decidieron que el DAS promoviera unos vínculos que no existen entre Carlos Gaviria y  otros dirigentes del Polo con las Farc, atizara la división entre los polistas  y presentara al alcalde de Bogotá como un corrupto. Y no olvide que tuve  que acusar por prevaricato al Procurador, dado la agresión de la que he sido víctima por parte de este funcionario. Los colombianos de bien deben  tomar nota de cómo los manipula un régimen siniestro que utiliza el miedo para  poder mantenerlos en el desempleo y la pobreza, mientras promueve en el país  una de las mayores concentraciones de a riqueza del mundo. Las mentiras contra  el Polo se utilizan para derrotar la esperanza de cambio que nosotros  representamos y mantener sometidos a los colombianos a un régimen inicuo.
¿Qué papel han jugado los  medios de comunicación en la ya conocida conspiración de la Casa de Nariño y el  DAS contra el Polo?
No es fácil saberlo con detalle. Hay que analizar cada caso. Porque se puede participar en las trampas del gobierno a sabiendas o sin saberlo. Pero  para el efecto práctico, es obvio que la visión sesgada de tantos colombianos en  contra del Polo no podría darse sin la amplificación de los medios. Le pongo un ejemplo de las cosas que ocurren. El mismo día de esta entrevista, en  otra, Petro denuncia que al Polo se le quiere destruir con la mentira de unos vínculos con las Farc que no existen. Y el periodista, ni corto ni  perezoso, aprovecha y pregunta: “¿Qué relación hay entre el Polo y las Farc?”, a  lo que Petro responde: “Ninguna, y su pregunta es parte de esta construcción;  la hacen centenares de periodistas todo el tiempo. Su simple formulación es ya  una manera de acusar. ¿Por qué cuando ustedes entrevistan a un dirigente de  ‘la U’ o del Partido Conservador no preguntan cuáles son los vínculos de ellos  con el paramilitarismo? En cambio, sin haber detenidos del Polo, su pregunta es  sobre vínculos con las Farc. Es parte de una tesis falsa y por eso muchos  dejan de votar por nosotros”. ¿Sabe con qué pregunta siguió el entrevistador? “¿Y  la relación del Polo con Chávez?” (El Tiempo, Abr.25.10). Si no hubiera  tanto en juego sería hasta cómico.
Entonces, ¿qué concluye sobre las elecciones?
Que al Polo le fue bastante bien en las elecciones del 14 de marzo. ¿Cuántos partidos habrían aguantado una agresión tan brutal como esta, con esos resultados? Uribe fracasó en su propósito de destruirnos. Incluso, si se comparan nuestros 900 mil votos con los 2.7 millones de la U, partido  que ha tenido todos los hilos del poder en la mano durante ocho años, incluido  el uso del más escandaloso clientelismo, no tengo dudas de que la relación de  tres a uno en contra nuestra, en términos relativos, es un triunfo del Polo.
¿Qué decir de su resultado  electoral al senado?
Que fue sobresaliente. Debe llagar a unos 160 mil votos. Todos votos de  opinión, urbanos y rurales, de trabajadores, campesinos e indígenas, también de  clases medias de todos los tipos y hasta de empresarios. Y en respaldo a un  discurso franco de izquierda democrática, capaz de generar unidad entre todos los sectores del país. Creo que le manda el mensaje a los polistas de que  dentro de esas concepciones debe ser el rumbo del partido. Cuando yo veo esto  concluyo que no todo está perdido, que Colombia sí tiene arreglo, porque en medio  de la enorme confusión retardataria en la que Uribe ha sumido el país, hechos  como este muestran que existe una gran reserva democrática que en algún  momento se expresará e iniciará el proceso de transformar profundamente el país.
Cambiemos de tema. Según  las encuestas, el próximo Presidente estará entre Santos y Mockus. ¿Qué opina?
Que las encuestas no son verdades reveladas. Se pueden equivocar o  manipular. Y en todo caso se refieren al pasado; no al futuro. Luego estamos en la  lucha, y con mucho optimismo, para lograr que la fórmula Gustavo Petro y Clara López  pase a la segunda vuelta, entre otras razones porque la propuesta del Polo es  la única capaz de sacar a Colombia del desastre económico, social y político en  el que lo deja Álvaro Uribe, cada vez más desenmascarado por la realidad como  el peor Presidente de la historia del país, certeza que se acrecentará con el  paso de los días cuando se acabe de hundir el reino del tapen-tapen.
Realmente, no creo que para  nuestros lectores sea de mucho interés que Usted reitere sus diferencias con  Santos, Noemí y Vargas, los candidatos reconocidamente uribistas, pues lleva  ocho años explicando sus diferencias con sus concepciones. Mejor le pregunto: ¿por  qué no respaldan a Mockus?
Eso equivaldría a una traición al Polo y a Gustavo Petro, quien ganó la  consulta que realizamos para escoger nuestro candidato a la Presidencia. Recuerde  que Carlos Gaviria y sus partidarios, desde la misma noche del 27 de  septiembre pasado, reconocimos el veredicto de las urnas. Y en eso estamos.  Respetando la palabra empeñada, trabajando por esa candidatura y construyendo un  partido que sea capaz de cambiar profundamente a Colombia, más allá de cualquier  resultado electoral. Si en algo no podemos equivocarnos los polistas es en el  respeto a los acuerdos dentro del partido, porque de ello depende su futuro, y del  futuro del Polo depende el de Colombia, pues sin una unidad de esta envergadura  y con sus concepciones no es posible ganar la gran fuerza política que se  requiere para dirigir el enorme proceso unitario capaz de transformar el país,  proceso en el que cabrán los polistas y los no polistas.
Pero el Polo aprobó la  posibilidad de llegar a acuerdos con otras fuerzas políticas en estas elecciones.
Sí. Mediante la Resolución 048 del Comité Ejecutivo. Pero con criterios que  están muy lejos de las ideas del Partido Verde y Antanas Mockus. Le doy tres  puntos que no hacen parte del programa de ellos y sí de nuestra propuesta  unitaria: defender la soberanía nacional, oponerse al TLC con Estados Unidos y  rechazar las bases de guerra gringas en Colombia. Y si se compara el programa de  ellos con el del Polo, estamos todavía más lejos. Cualquiera que estudie sus propuestas, si es objetivo, tendrá que concluir que ellas se ubican  dentro del neoliberalismo, el libre comercio, el Consenso de Washington, las  orientaciones del Fondo Monetario Internacional. Y así gobernaron a Bogotá y Medellín.  Nadie puede mostrar una sola contradicción de importancia entre sus  administraciones y la globalización neoliberal. Que alguien me muestre una sola crítica  de los tecnócratas neoliberales colombianos o del Banco Mundial y el FMI a sus gobiernos. Son defensores del statu quo; no sus contradictores. Estos  son los hechos, que también explican tantos aplausos de tantos analistas de  derecha. Puede que esto que digo moleste a algunos que tienden a pensar con las  ganas, pero son los hechos, que es de donde deben salir las valoraciones sobre  los fenómenos y las personas. Y en los principales debates de los últimos  años han estado del lado del uribismo
¿Cómo así que con el uribismo?
Sí. Por ejemplo. Respaldan los TLC y las bases gringas. Están a favor de  aumentar la privatización de Ecopetrol y de la educación pública. Defienden la  reforma laboral de Uribe, esa que determinó que el día llegue hasta las diez de  la noche, para sacarles otra plata del bolsillo a los trabajadores  colombianos. También apoyan la Ley 100 en salud y apoyaron casi todos los decretos de la  emergencia social. Cuando los demócratas de este país enfrentábamos la ordalía  uribista, ellos brillaron por su ausencia y se definieron como “ni uribistas ni  anti uribistas”, una manera de no enfrentar lo que ocurría y de confundir  incautos, para poder pescar respaldo en todos los sectores.
Alguien dijo que le parece  incomprensible que Usted y Carlos Gaviria “menosprecien la importancia que Mockus le da  a la ética”. ¿Qué opina?
En mi caso, y estoy seguro que en el de Carlos Gaviria también, no hay ningún menosprecio a la ética. Nuestros respectivos comportamientos de toda la  vida así lo demuestran. Es más: son nuestras razones éticas, morales, las que  nos obligan a decir lo que pensamos en este caso, cuando es obvio que podría  ser más conveniente para nuestros intereses personales guardar silencio. Lo  que yo he dicho es que la honradez es una condición necesaria para acertar en  la lucha política y en el gobierno, pero que no es una condición suficiente.  Porque el más honrado también puede tomar determinaciones tremendamente dañinas,  si se equivoca en la comprensión de otros asuntos o no tiene el valor  suficiente para luchar por las transformaciones que se requieren. Pongo unos ejemplos:  si el honrado entrega la soberanía y respalda el libre comercio y las bases  gringas, apoya las privatizaciones, la reforma laboral y la emergencia social de  Uribe, le hace un daño tremendo a Colombia, le arrebata cualquier posibilidad  de resolver sus problemas y empobrece a su pueblo, aun cuando tenga las  mejores intenciones. De buenas intenciones está empedrado el camino del  infierno. Y he reclamado, también como un asunto de la ética, que quienes estamos en  política le digamos a los colombianos, de manera abierta, sin astucias  oportunistas, qué pensamos sobre todos los asuntos medulares de la vida del país. Los  colombianos tienen el derecho a saber cómo gobernaría Antanas Mockus y cualquiera de  los otros candidatos. Quien diga que lo único que importa es la ética, falta  a la verdad y engaña, porque cuando esté en el gobierno, a la hora de  decidir, inevitablemente, tendrá que apelar, además, a otras convicciones.
¿No son, entonces,  intercambiables las propuestas de Petro y Mockus con las del Polo y el Partido Verde?
De ninguna manera. Cada quien es libre de votar por quien quiera, pero se  equivoca en materia grave quien piense que da casi lo mismo votar por el Polo que  por el Partido Verde o por Petro que por Mockus o por este que haberlo hecho  por Carlos Gaviria, porque piensa que con propuestas intercambiables, pues  no lo son. Lo cierto es que en los asuntos principales de la economía, las  relaciones sociales y la política, ellos no coinciden con el Polo sino con Álvaro  Uribe, es decir, con Santos, Noemí y Vargas. Yo preferiría que ello no fuera  así, pero los hechos son tozudos y considero mi deber explicarlo. Así genere  irritación entre algunos.
Por  último, ¿por qué le da tanta importancia al programa de los partidos y los candidatos?
Porque de los programas de gobierno depende la vida de la nación como un todo y  si podremos construir o no una Colombia próspera y respetable en el  concierto internacional, así como también depende el empleo, la pobreza, la  comida, la salud y la educación de millones de compatriotas. El desastre del país  tiene causas y causantes, encarnados en los malos gobiernos y en sus malos  programas. Las elecciones no son certámenes como los partidos de futbol, en los  cuales, al final, a los hinchas, por mucho que hayan gritado, les da lo mismo quien  sea el ganador. No. En la lucha política si importa quién vence y con qué  programa, porque si ganan los partidarios del libre comercio y el neoliberalismo,  sin importar sus otros defectos o cualidades, el país no podrá superar ni  uno solo de sus problemas, incluido el de la corrupción, porque el atraso y la  pobreza son sus mejores caldos de cultivo y porque el lubricante del libre  comercio es, como nadie puede negar, una descomunal corrupción. Entonces, también por  este lado, y por el horror de la desigualdad que profundiza entre los países y  las personas y las prácticas colonialistas y el hambre de millones de seres,  la globalización neoliberal también debería debatirse como un problema de  la ética.